11/07/2025
Los conejos, con sus largas orejas, narices temblorosas y colas esponjosas, son hoy una de las mascotas más populares del mundo. Sin embargo, su presencia en nuestros hogares es el resultado de un largo y fascinante viaje a través de la historia, un camino que comenzó mucho antes de que pensáramos en ellos como compañeros.

A diferencia de perros o gatos, cuya relación con los humanos se remonta a miles de años, la historia del conejo como animal doméstico es considerablemente más reciente. Para entender cómo llegaron a ser las adorables mascotas que conocemos, debemos retroceder en el tiempo y explorar sus orígenes salvajes y los eventos clave que marcaron su destino.

Los Orígenes Salvajes: El Conejo Europeo
El antepasado directo de todos los conejos domésticos que existen hoy en día es el conejo europeo, cuyo nombre científico es Oryctolagus cuniculus. Esta especie se originó en la Península Ibérica (lo que hoy son España y Portugal) y el sur de Francia. En estas regiones, los conejos salvajes vivían en colonias subterráneas, construyendo complejos sistemas de madrigueras llamados conejeras. Eran animales de presa, adaptados para la supervivencia a través de su velocidad, agudo sentido del oído y una notable capacidad reproductiva.
Durante la época del Imperio Romano, los conejos europeos comenzaron a ser conocidos fuera de su área de distribución nativa. Los romanos los apreciaban por su carne y piel, e incluso desarrollaron métodos rudimentarios para mantenerlos en cautiverio, a menudo en grandes recintos llamados 'leporaria'. Estos no eran verdaderos corrales de domesticación en el sentido moderno, sino más bien áreas confinadas donde los conejos podían ser criados o engordados. Sin embargo, sentaron un precedente para el manejo humano de estos animales.
El Camino a la Domesticación: La Edad Media
El punto de inflexión real en la historia del conejo ocurrió durante la Edad Media. Se cree que la domesticación de Oryctolagus cuniculus comenzó en los monasterios franceses, probablemente alrededor del siglo VI al X d.C. ¿Por qué los monjes? Existía una regla eclesiástica que prohibía comer carne de animales de sangre caliente durante la Cuaresma y otros períodos de ayuno. Sin embargo, había una excepción para los 'laurices', que eran fetos de conejo o conejos recién nacidos. Estos eran considerados, curiosamente, como pescado o carne de 'sangre fría', lo que permitía su consumo durante los ayunos.
Esta peculiar interpretación motivó a los monjes a mantener conejos en cautiverio para asegurar un suministro constante de laurices. Al criarlos en ambientes controlados, aunque inicialmente por razones dietéticas y religiosas, comenzaron involuntariamente el proceso de domesticación. La selección natural dio paso a una selección artificial, aunque no intencionada al principio. Los conejos que eran más dóciles, menos asustadizos o que se reproducían mejor en cautiverio tenían más probabilidades de sobrevivir y reproducirse.
A lo largo de los siglos siguientes, los conejos se mantuvieron en granjas y recintos cerrados. La cría selectiva, aunque todavía centrada principalmente en la producción de carne y piel, comenzó a dar lugar a cambios en el comportamiento y la apariencia física. Los conejos domésticos se volvieron gradualmente más grandes, más variados en color y patrón de pelaje, y notablemente más tolerantes a la presencia humana que sus parientes salvajes.
La Expansión Mundial y el Nacimiento de las Razas
Desde Francia, la práctica de criar conejos se extendió por Europa y, eventualmente, por todo el mundo, a menudo de la mano de exploradores y colonizadores europeos. Esta expansión no siempre fue beneficiosa; en lugares como Australia o Nueva Zelanda, donde no tenían depredadores naturales y encontraron hábitats adecuados, los conejos se multiplicaron sin control, convirtiéndose en plagas que causaron graves daños ecológicos y agrícolas.
Sin embargo, en Europa, la cría de conejos continuó evolucionando. Durante los siglos XVIII y XIX, el interés en la cría de conejos comenzó a ir más allá de la simple producción de carne y piel. Surgieron los primeros aficionados y criadores interesados en desarrollar diferentes razas por sus características estéticas. Se establecieron clubes de conejos y exposiciones, donde se juzgaba a los animales según estándares específicos de tamaño, forma, color, tipo de pelaje y otras características.
Este período vio la aparición de muchas de las razas de conejos que conocemos hoy, desde el gigante flamenco hasta el pequeño Netherland Dwarf, pasando por razas con pelajes únicos como el Angora (lana larga) o el Rex (textura de terciopelo). Cada raza fue desarrollada mediante una cuidadosa selección para resaltar ciertos rasgos deseados.
El Conejo Como Mascota en la Actualidad
La transición del conejo de ser principalmente un animal de granja a una mascota popular es un fenómeno relativamente reciente, ganando impulso en el siglo XX y consolidándose en el XXI. La gente comenzó a apreciar a los conejos no solo por su utilidad, sino por su inteligencia, personalidad, limpieza y capacidad para formar vínculos afectivos con sus dueños.
Hoy en día, millones de conejos viven como compañeros en hogares de todo el mundo. Se les considera miembros de la familia, con necesidades específicas de cuidado, dieta, enriquecimiento ambiental y atención veterinaria. La comprensión de su comportamiento social y sus requisitos de salud ha mejorado enormemente, permitiendo a los dueños proporcionarles una vida plena y feliz.
Su popularidad como mascotas ha llevado a una mayor investigación sobre su bienestar y a una creciente conciencia sobre lo que significa cuidar adecuadamente a un conejo. Ya no son vistos simplemente como animales de jaula para niños, sino como seres complejos que requieren compromiso y comprensión.
Comparativa: Conejo Salvaje vs. Conejo Doméstico
Aunque comparten el mismo ancestro, siglos de domesticación y selección han creado diferencias notables entre el conejo salvaje y el doméstico:
| Característica | Conejo Salvaje (Oryctolagus cuniculus) | Conejo Doméstico (Oryctolagus cuniculus) |
|---|---|---|
| Apariencia Típica | Generalmente pequeño, color agutí (gris/marrón con puntas negras), cuerpo compacto. | Gran variedad de tamaños, formas, colores y tipos de pelaje (blanco, negro, manchado, largo, corto, rizado, etc.). |
| Comportamiento | Muy asustadizo, huidizo, social (vive en colonias), excava madrigueras. | Más dócil, menos miedo a los humanos, puede ser entrenado, social (puede vivir solo o en parejas/grupos estables), no suele excavar madrigueras profundas. |
| Tamaño | Relativamente uniforme, pequeño a mediano. | Varía enormemente según la raza, desde muy pequeño (menos de 1 kg) hasta gigante (más de 8 kg). |
| Reproducción | Altamente prolífico, reproducción estacional o durante todo el año en condiciones favorables. | Puede reproducirse durante todo el año en condiciones controladas, alta prolificidad mantenida. |
| Expectativa de Vida | Corta en la naturaleza (a menudo menos de 2 años debido a depredadores y enfermedades). | Mucho mayor en cautiverio con buen cuidado (5-10 años o más). |
Preguntas Frecuentes sobre la Historia del Conejo
¿Cuándo se domesticaron los conejos?
Se estima que la domesticación comenzó en la Edad Media, entre los siglos VI y X d.C., principalmente en los monasterios franceses.
¿De dónde vienen los conejos domésticos?
Todos descienden de la especie salvaje conocida como conejo europeo (Oryctolagus cuniculus), originario de la Península Ibérica y el sur de Francia.
¿Por qué se domesticaron inicialmente?
Principalmente por razones alimentarias y religiosas (consumo de laurices durante el ayuno), y para el aprovechamiento de su carne y piel.
¿Son los conejos salvajes y domésticos la misma especie?
Sí, son la misma especie, Oryctolagus cuniculus. Las diferencias se deben a la cría selectiva y la adaptación a la vida en cautiverio.
¿Cuándo se hicieron populares como mascotas?
Aunque se criaban por afición desde el siglo XIX, su gran popularidad como mascotas de compañía es un fenómeno más reciente, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Conclusión
La historia del conejo es un testimonio de la compleja relación entre humanos y animales. Desde ser un animal salvaje en las llanuras ibéricas, pasando por su peculiar domesticación en monasterios medievales para cumplir normas de ayuno, hasta convertirse en un valioso recurso de granja y, finalmente, en el querido miembro de la familia que es hoy, el conejo ha recorrido un camino extraordinario. Comprender su historia nos ayuda a apreciar mejor a estos maravillosos animales y a reconocer la responsabilidad que tenemos al cuidarlos como compañeros.
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