05/06/2025
Julio Cortázar, maestro del realismo mágico y lo insólito, nos sumerge en una de sus obras más enigmáticas y memorables: "Carta a una señorita en París". Este cuento, narrado en forma epistolar, nos presenta una situación tan extraña como cautivadora desde sus primeras líneas. La historia no trata sobre conejos comunes, sino sobre una peculiaridad que aqueja al protagonista: el acto de vomitar estos pequeños animales. A través de una carta dirigida a la ausente dueña del apartamento que ocupa, el narrador confiesa su insólita condición y las consecuencias que esta tiene en el ordenado espacio ajeno.

El relato se inicia con el narrador instalándose en el apartamento de Andrée, ubicado en la calle Suipacha de Buenos Aires, mientras ella se encuentra de viaje en París. Describe el lugar con detalle, haciendo énfasis en el meticuloso orden que Andrée ha impuesto. Este orden es tan perfecto que el protagonista siente una profunda incomodidad al alterarlo mínimamente. Cada objeto parece tener su lugar preciso, creando una atmósfera de pulcritud que contrasta drásticamente con lo que pronto empezará a ocurrir.

El Inquietante Secreto: Vomitar Conejitos
El verdadero motivo de la carta, el catalizador de la narración, es la extraña condición del narrador: vomita conejitos. Él lo describe con una normalidad perturbadora, como algo que le ocurre desde hace tiempo en periodos regulares. Esta peculiaridad, aunque extraña para el lector, es presentada por el personaje como un hecho casi cotidiano en su vida, tan habitual que incluso tenía un lugar en su balcón anterior con comida para ellos.
Sin embargo, al mudarse al apartamento de Andrée, la frecuencia de este suceso se acelera drásticamente. Lo que antes ocurría en periodos de varias semanas, ahora sucede cada uno o dos días. Esta aceleración descontrolada convierte lo manejable en un problema mayúsculo, especialmente en un espacio ajeno y tan cuidadosamente mantenido como el de Andrée.
La Convivencia Forzada con los Conejitos
Con la aparición constante de nuevos conejitos, el narrador se enfrenta a un dilema. ¿Qué hacer con ellos? No puede simplemente deshacerse de ellos, al menos al principio. Los describe como hermosos y tranquilos, lo que hace impensable la idea de matarlos. Su solución inicial es esconderlos de Sara, la mucama que trabaja en el apartamento. Durante el día, los encierra en el clóset del dormitorio, un espacio cada vez más reducido a medida que aumenta su número. Por la noche, les permite salir para que puedan moverse y comer.
La situación se vuelve insostenible. Los conejitos, inicialmente dóciles, empiezan a cambiar. Se vuelven feos, ariscos y, lo peor de todo, destructivos. Comienzan a roer y romper todo a su paso en el impecable apartamento. El narrador intenta desesperadamente reparar los daños y mantener el orden, pero la tarea se vuelve imposible con la creciente población de conejos.
El Punto de Ruptura: El Decimoprimero
El narrador confiesa que, mientras solo eran diez conejitos, la situación, aunque difícil, estaba de alguna manera "resuelta". Había encontrado un equilibrio precario, una forma de gestionar su insólita carga. Pero la aparición del decimoprimero conejito rompe ese equilibrio. Es el punto de no retorno. Ya no hay espacio, ya no hay forma de ocultarlos eficazmente, ni de controlar el caos que generan.
La tensión narrativa, que ha ido escalando a medida que aumenta el número de conejos y los daños en el apartamento, llega a su clímax. La carta se convierte en un testimonio de la desesperación y la incapacidad del protagonista para manejar la situación que él mismo genera, aunque de forma involuntaria.
El Desenlace y su Interpretación
La carta concluye con una decisión drástica y perturbadora. El narrador le dice a Andrée que no cree que sea difícil para ella encontrar once conejitos esparcidos en la calle, quizás sin siquiera notarlos, ocupada con "el otro cuerpo que conviene llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales". Esta frase final sugiere un suicidio. El narrador, incapaz de soportar más la situación y el daño que causa al espacio de Andrée, decide acabar con todo, consigo mismo y, consecuentemente, con la fuente de los conejitos.
El cuento, escrito como una carta-confesión, puede dividirse en tres etapas principales que marcan un movimiento ondulatorio en la tensión:
- La confesión inicial y la aparición de los conejitos.
- El intento del narrador por gestionar y controlar a los animales, que se vuelven destructivos.
- La incapacidad de control ante el aumento de conejos y la decisión final del narrador.
Estas etapas están marcadas por puntos límite clave: la imposibilidad inicial de matar a los conejitos, la aparición del undécimo, y la decisión final que implica su propia vida.
Análisis y Posibles Interpretaciones
Como gran parte de la obra de Cortázar, "Carta a una señorita en París" ofrece múltiples lecturas. La más extendida y sugerente es la que interpreta el cuento como una metáfora del proceso creativo. El narrador, que menciona tener papeles que sugieren que es escritor o traductor, vomitaría sus obras o ideas (los conejitos) de forma incontrolable. Al principio, estas creaciones son vistas como hermosas y valiosas, pero con el tiempo se vuelven difíciles de manejar, destructivas para su entorno (la realidad, el orden de la vida cotidiana) y, finalmente, llevan al artista a un punto de colapso o autodestrucción.
Otra interpretación posible se relaciona con la figura del traductor, profesión del narrador en algunas versiones o análisis. El traductor se apropia de las palabras ajenas (el apartamento de Andrée, el texto original) y las transforma, generando algo nuevo (los conejitos, el texto traducido) que, si no se maneja adecuadamente, puede terminar desbordando y destruyendo el texto original o el espacio vital del traductor.
También puede verse como una exploración de la intrusión y la alteración del orden. El narrador, al ocupar el espacio de Andrée, rompe su equilibrio perfecto no solo con su presencia, sino con la manifestación física de su propia anomalía. Los conejitos son la materialización del caos que irrumpe en un mundo de orden.
Alusiones en la Cultura Popular
La imagen potente y extraña del hombre que vomita conejos ha resonado en la cultura popular. Se han identificado posibles alusiones a este cuento en canciones. Por ejemplo, la canción "Balada para una mujer flaca" de Eduardo Darnauchans contiene la línea "Y no hay conejos en tu balcón", que podría ser una referencia directa. De manera similar, la cantante Sol Pereyra tiene una canción titulada "Conejitos" que alude al hecho de vomitar estos animales y la dificultad de manejar esa situación.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
¿Es "Carta a una señorita en París" un cuento de terror?
Aunque tiene elementos inquietantes y un final sombrío, no se clasifica puramente como terror. Es más bien un cuento de lo fantástico, donde un elemento irreal irrumpe en la realidad cotidiana del personaje.
¿Por qué el narrador vomita conejitos?
El cuento no ofrece una explicación lógica o científica para este suceso. Es un elemento fantástico que debemos aceptar como premisa del relato, parte de la realidad alterada que propone Cortázar.
¿Qué simbolizan los conejitos?
La interpretación más común es que simbolizan las creaciones artísticas o literarias del narrador, que brotan de él de forma incontrolable. También pueden representar la intrusión, el caos o aspectos reprimidos del propio narrador.
¿Qué pasa con Andrée?
Andrée nunca aparece en el cuento. La carta está dirigida a ella, pero la historia se centra en la experiencia del narrador en su ausencia. Su apartamento es el escenario donde se desarrolla el drama.
¿El narrador se suicida?
La frase final del cuento, aludiendo a llevarse "el otro cuerpo" pronto, sugiere fuertemente que el narrador ha tomado la decisión de quitarse la vida.
En conclusión, "Carta a una señorita en París" es un cuento magistral de Julio Cortázar que, a través de una premisa fantástica y perturbadora, explora temas complejos como la creación artística, la intrusión, el orden vs. el caos y la desesperación humana. La imagen de los conejitos emergiendo del narrador se convierte en un símbolo poderoso y memorable que invita a múltiples reflexiones sobre la naturaleza de la creatividad y el peso que puede llegar a tener.
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